sábado, 21 de junio de 2008

"En radio la realidad la inventás vos"

Entrevista a Héctor Larrea.
El conductor que arrancó a fines de los '60 con "Rapidísimo"en Rivadavia, y hoy está al frente de "Una vuelta nacional", cuenta cómo el medio le permitió sobrellevar la realidad. Y habla de un estilo que hizo escuela.




Los otros conductores de radio lo nombran como referente.

¡Están fumando mal! (risas)



Pero, ¿reconoce que hizo escuela?

Mirá, la memoria a veces es muy generosa. "«íbamos a la escuela —me dicen— y te escuchábamos". Hay un recuerdo cálido para la mamá o la abuela y se idealiza el tipo que acompañaba ese caminito a la escuela. Yo vine a ligar de rebote ese recuerdo entrañable. Eso es lo que ellos pueden considerar como referente, pero todos los tipos que han tenido éxito sustancial lo han tenido porque son creativos. Lo que pasa es que no tenían otra cosa. Pobres.

¿Falsa modestia? Así se presenta ante Clarín Héctor Larrea, nacido en Bragado el 30 de octubre de 1938, 67 años, más de treinta en el aire con Rapidísimo, la mayoría del tiempo en las mañanas de Radio Rivadavia, y ahora en Una vuelta nacional, de 14 a 17 por Radio Nacional, con los hermanos Alejandro y Adrián Korol, Romina Calderaro y Néstor Restivo.

Desde la cabecera de una larga mesa en una sala de la radio en la que desembarcó hace dos años, se dispone a hablar en serio: "Lo único que tengo como referencia de este delirio es algo que me dijo Ari Paluch. Que yo había dicho, en una nota, lo que aplicaba al programa: que todo tenía que ser rapidísimo y breve. Porque si a la gente no le gustaba lo que estaba en el aire, sabía que era corto y que enseguida venía otra cosa que le podía gustar. Algo que se calificó como 'radio vértigo', y es probable que para la época lo haya sido, arrancando en el '69. Dándole prevalencia al humor, la música, y mucha ficción. Eso tenía que ver con el por qué estar en el aire, y por qué yo quería meterme en eso. Es una larga historia... Por otra parte, es lo único que he hecho en radio, y que tuvo su 'década de gloria' en los '80".



¿Cuál es esa larga historia?

De este asunto es la primera vez que voy a hablar porque es muy íntimo, es muy personal. Y es la única cosa íntima y personal que voy a decir, si vos me permitís. La radio me atraía mucho porque inventaba realidades, mundos diferentes. Como para mí la realidad era, y es en gran medida, insoportable, yo escuchaba la radio. Tendría cinco años y mi entretenimiento era estar un ratito en cada radio. Esa magia no la podía entender. Y ponía onda corta y entraban tipos hablando en otro idioma. En la radio, lo que vos imaginás, lo podés tener. En la medida que tengas —después me di cuenta— las bases profesionales para hacerlo. A partir de un guión — lo que Mario Pergolini llamaba "los pasos de comedia de Rapidísimo"— podías lograr un mundo de ficción, como el que lográbamos con Don Verídico, el personaje de Luis Landriscina, sobre libro del uruguayo Julio César Castro. O los libretos de Mario Sánchez, que llegó a tener 70 personajes. O Porcel, que hacía un mozo. Y más cerca, entre el 80 y el 96, el Doctor Pueyrredón Arenales, un personaje de la high society que se reía de los poderosos muy sutilmente. Eso y la música eran los dos elementos fundamentales del programa. Yo nunca fui periodista ni sé nada, entonces trabajamos con gente que sabía el oficio. Tuvimos un imitador con el que pudimos sortear toda la época difícil de la dictadura buscando muy sutilmente cosas que parecieran inocentes. Los autores, yo no. Ellos tenían la habilidad. Y otra cosa que a mí me gustó siempre es tener un equipo de gente.

Ahora, a la distancia, ¿qué puede decir de su ida de Rivadavia?

Rapidísimo empezó en el 67 en El Mundo, fue dos años a Continental, después a Rivadavia, donde estuvo hasta el 2000. Se me había hecho duro trabajar en una radio regida por el marketing. Querían que toda la mañana fuera periodística y yo no se los podía dar.

El periodismo lo fue corriendo.

Pareciera. Entonces, me dijeron ¿no querés la tarde? Yo tuve una experiencia en la tarde, cuando fui a Rivadavia. Y me sentía muy bien porque era un ritmo un poco más quieto y me daba la oportunidad de llevar artistas en vivo.



¿Le gustaría hacer un programa sólo musical?

No creo. Porque yo necesito el desparpajo de una patota trabajando con humor. Soy muy amigo de mis compañeros. Y la pasamos bien. Sigue siendo la radio un lugar donde la realidad la inventás vos. Cualquiera puede decir: ¿pero este tipo vive al margen de la vida? Un poco sí. Después soy un padre y abuelo común y corriente.

El padre y abuelo "común y corriente" tiene dos hijas con su mujer, Ely (de "casi" toda la vida: antes estuvo Leonor Ferrara, a quien conoció cuando estudiaba locución en el Iser, se casó a los 24 y se separó siete años después). La mayor, María Florencia (34) tiene un bebé de 10 meses, Juan Ignacio. La menor, María Laura (31) tiene a Nicolás, de 19 meses, y vive en Noruega con su marido ("Los sienta a los papás y hace todas las gracias que aprendió para que lo aplaudan. En definitiva, creo que es lo que hacemos todos. Hacemos muchas cosas para que nos quieran. Tal vez yo también", reflexiona el abuelo Larrea).



¿Por qué insiste tanto en lo que le costó la realidad?

Yo tuve una realidad de miércoles porque mi padre murió cuando tenía nueve años, de una espantosa hemiplejia. Y en mi casa se vino una ola de desolación terrible. Yo no había visto sonreír a mi madre en tres meses ni una vez. Entonces le dije: "Mamá, ¿podemos prender la radio? Ya hace más de tres meses que murió papá". Entonces sintoniza radio El Mundo y había una audición con extraordinarios actores cómicos, que auspiciaba Olavina, un aceite. De pronto, me doy vuelta y mi mamá estaba riendo. Entonces yo dije —debo haber dicho... yo sé que me puse muy contento, pero debo de haber razonado—: "Ah, ven que esto hace milagros. Es como yo digo, yo quiero estar ahí porque ahí voy a poder fabricar cosas". Pensamos lo mismo con mi productor, Jorge Marchetti, también guionista, y está para ordenarme un poco las cosas. El aire yo lo manejo. Ahí soy una persona segura, sin miedos. Los viernes, Marchetti, cuando nos vamos, me dice: 'Bueno, ahora viene la realidad real'.



Prefiere la radio a la televisión.

Sí, sí, porque la televisión permitía crear poco. A mí me revolearon y caí en la televisión (Norteamérica canta). Y trabajé ocho años seguidos de entrada. Porque no se podía parar en el Canal 13.



Arrancó en el 13 antes de hacer radio.

Es más, yo pude hacer radio porque era conocido en televisión. En dos años fue impresionante la popularidad que tuve. Eso crea un poder. Entonces ya sos diferente, no sos el mismo tipo que había ido con una propuesta dos años antes. Ese no tenía ningún valor. Al tipo que veían en El mundo del Espectáculo o Humor redondo..., lo veían diferente. ¿Cuál es la diferencia? Que te resulta muy difícil ir de compras porque todo el mundo se acerca, todo el mundo sabe cómo te llamás. Después se van acordando de vos, pero el otro día yo escuchaba cómo, en un bazar, tres chicos estaban tratando de averiguar cómo me llamaba. Me conocían pero era medio remoto. Cuando me fui de la televisión, me sentí muy relajado por no tener que maquillarme. Y engordé (risas).

La realidad, esa que le costó y le cuesta tanto, no sólo hizo que Larrea perdiera de chico a su padre. A su hermano diez años mayor qué él lo mataron en setiembre de 1973, a los 47, cuando manejaba una agencia de seguridad. "Afectó intereses medio jorobados y lo liquidaron", dice. Tampoco la salud lo acompaña: a su hipertensión se sumaron unos pólipos en el colon que lo obligaron a operarse y hacer quimioterapia, a lo que se negó en la última oportunidad ("no conozco a nadie que se haya salvado por la quimioterapia", asegura convencido). También su mujer, Ely, fue tratada por un cáncer de mamas. Este año, Larrea fue operado de meniscos y luego tropezó y se quebró un pie, a lo que se sumó un problema en un ojo. "Vino mal el inicio del 2006. Eso indica que voy a terminar bien", dice.



¿La radio le sirvió para curarse de la melancolía?

Yo me siento bien cuando estoy acá, cuando trabajo. O cuando escucho música en mi casa. La música cada vez se ha ido metiendo más en mi vida. Me resulta curativa. Y he ido adquiriendo conocimientos. A mí empezó a gustarme mucho la música clásica hará unos treinta años. Como me gusta el jazz. En mi casa, mi lugar predilecto es la discoteca.



¿Y alguna vez tocó algún instrumento?

Nunca pude. Es una gran frustración. Mi padre y mi madre me mandaron a estudiar piano y no aprendí nada. Por eso lo digo, y lo digo al aire: si es cierto que hay otras vidas, quiero saber dónde se presenta la solicitud, porque yo quiero ser músico en la otra vida.



¿Escucha radio?

Sí, Mitre tiene un hermoso programa, que hacen Carlitos Ulanovsky, Mariel Dilenarda y Osvaldo Principi (La radio en blanco y negro). Y los sábados escucho, Lado M (conduce Mariano del Mazo), una maravilla de buena música. Me atrae poco la televisión. La radio es una compañía extraordinaria. Por eso me duermo siempre a las 2 de la mañana, cuando termina Dolina

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